¿De qué se trata esta locura que incluye un blog, viajes de aventura y realizado por un ser humano que dedica el resto de su vida a la paz?

Ya lo han dicho muchos antes que yo, el propio José Ingenieros en su libro el Hombre Mediocre hablaba de cómo se calificaban de locos a los que elaboraban un ideal. Así que adelantándome a los acontecimientos yo mismo voy a reconocer mi locura, lo cual contradice la ciencia pues el loco es el único que no tiene una representación crítica de su situación. La paz es pues mi ideal (adoptado pues no soy su creador), mi Rocinante será pues una bicicleta, mi camino de la Mancha será el mundo y este blog mi libro de caballería andante.
La paz
Mucho se ha hablado de la paz y muchos hombres sinceramente le han dedicado la vida. Lo entendemos como un estado de no beligerancia y al mismo tiempo como un estado de salud social donde los habitantes del lugar con la primera condición puedan soñar y realizarse como individuos a la vez que preservan la comunidad. El hecho es que para lograr lo segundo se necesita que no haya guerra. Sin embargo la historia nos muestra que de alguna manera hubo y hay en el mundo muchos más períodos de lucha armada que de paz.
Vamos a suponer que en cierto territorio hubo guerra civil ni con potencia extranjera durante un importante período. Las instituciones garantizaban la salud pública y la escolarización era absoluta para todos, incluyendo a los niños con déficit intelectual. La alimentación está garantizada por una producción que hace accesible a todos obtenerla con el fruto de su trabajo. A todos nos gustaría vivir en un lugar así. Ahora bien, imaginemos que en ese mismo lugar las leyes impuestas por el estado no permiten más que la religión oficial y tampoco los partidos políticos.
En el segundo territorio que vamos a imaginar hay libre expresión política y religiosa. Los partidos políticos hacen campañas, tienen cada uno su plataforma de comunicación y luchan pacíficamente por el poder en elecciones limpias. Se turnan según los resultados del sufragio y continúa la discusión dentro de las instituciones de gobierno mejorando las leyes e incluso cambiándolas. Los grupos religiosos tienen libertad de reunión y de expresión. No hay agresiones físicas de personas de una religión a las personas de otra fe. Sin embargo, en este país hay gente que hace comercio ilícito de sustancias prohibidas en el territorio vecino y la pasan clandestinamente a aquel. Además hay constantemente niños que deambulan en las calles sin protección estatal o familiar. Eso sin contar los asesinatos de pandillas y otras violencias como las agresiones a las mujeres. Digamos de paso que los sistemas de educación pública y de salud son un desastre.
¿Hay paz en estos territorios? Mi opinión es que no pues no hay salud social. En ambos casos algo falta más allá de la simple beligerancia o más allá de la democracia, digamos política. Falta la libertad o falta la garantía de la vida digna. Nada de eso es contribuye al ser humano libre.
Pero si existe la paz con no beligerancia esas cosas pueden cambiar. La guerra, como contrario final del último reducto de paz es la falta de garantía total de la felicidad humana. En la guerra nadie puede soñar con un país mejor. La gente ha de ir a pelear porque así lo dictan las leyes de casi todos los países, de manera que cuando hay guerra ni tan siquiera podemos elegir entre ser soldado y ser pacifista: hay que salir a matar al enemigo para que no nos mate.
Por otra parte a nivel individual hay una guerra que no involucra grandes territorios y en ocasiones ni a la comunidad local pero que está muy generalizada, que es la violencia individual, o sea la solución violenta de absolutamente todos los conflictos. Y esta violencia no es por defender a un hijo de un agresor, sino por cosas más insignificantes, a veces por asuntos de criterios de grupo, por doctrinas religiosas y por muchas más razones.
Hay una paz que necesita sacrificio individual a la que una parte gigantesca de la humanidad que dice llamarse cristianos no ha llegado y que no comprende o tergiversa hipócritamente. No basta en esa ideología que nos dejó Cristo con no iniciar la agresividad a los otros, y no hablo de guerras entre las potencias, sino en las relaciones con el prójimo, sino que tenemos que amar a nuestros enemigos.
El amor a quienes nos hacen daño es tan lejano a la mayoría de los que se autodenominan cristianos como una manzana de un coco. Por más que un ministro de cualquier iglesia predique acerca de ganarse la vida eterna por la fe o por las obras no está haciendo bien su trabajo si no predica el amor y dentro de ello el amor a los enemigos, si no promueve poner la otra mejilla sin levantar las manos al agresor. Y yo no estoy inventando nada aquí y tampoco estoy hablando de algo que nuestra civilización occidental no conozca. Me refiero a cosas que no practica.
Esa paz que necesitamos todos no se alcanza con la fuerza, según la enseñanza del Maestro, sino con el sacrificio de nuestro orgullo. La dignidad cristiana dio un giro de 360 grados hace dos mil años pero nosotros seguimos con la del principio de los tiempos: diente por diente, ojo por ojo.
Situándonos de nuevo en las naciones les digo: la guerra no es la expresión más alta de valentía sino la más clara manifestación del miedo. De la misma manera la respuesta agresiva a quien nos agrede es la manifestación suprema de la falta de fe que decimos que tenemos.
Las expresiones del Sermón del monte como las otras contenidas en el Sermón del llano no son para interpretarse sino para aplicarse literalmente. Y la decisión antes los hechos de actuar con apego a la palabra del Mesías o con las propuestas de siempre determina la diferencia entre el cristianismo de su falacia. La paz es la posición correcta de los que se dicen Sus seguidores.